viernes, 14 de agosto de 2009

Réquiem

Hubo un tiempo en el que nos llamábamos y las historias cambiaban de lugar. Las palabras adquirían otro sentido y, magistralmente, nosotros las entendíamos al otro lado del teléfono. Por aquellos años los libros que tapizaban las paredes de mi habitación no hacían sospechar la verdadera naturaleza de mi cerebro, que dejaba sonar tres veces el teléfono antes de abalanzarme a él, con el corazón descabalgado. Era entonces, cuando nos creíamos mayores, que matamos todas las definiciones del diccionario, y todo parecía distinto en nuestro dialecto.

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