martes, 27 de octubre de 2009

Bleeding burka

Parece mentira, pero en Afganistán votan las mujeres.

Sí, en eso he reparado esta mañana al leer la contraportada de “El País”, legañoso y en chándal, con la mantequilla de las tostadas agriándose en mi paladar, recordándome que es lunes. Eran las nueve de la mañana y con el pensamiento dormido (ya empezaba a ser recorrido por ese hormiguillo que te despierta las partes de tu cuerpo en las que se había cortado la circulación) me paré a pensar sobre el voto femenino en Afganistán. Porque parece evidente que en un país donde las mujeres tienen que salir a la calle con la cara totalmente tapada éstas no puedan votar, y sin embargo en el papel impreso lo ponía bien claro, que votaban. Parece mentira que en un país donde las mujeres se murieron de hambre durante la guerra por no poder salir a la calle solas puedan votar, y sin embargo lo ponía bien claro: en Afganistán las mujeres votan.

“Puede que lo hayan hecho para que no les tachen de machistas o algo así, que voten por esa razón, de todas formas es muy raro que no lo haya pensado antes, que no me haya dado cuenta de este desajuste” centrifugaba lentamente mi cabeza

Cuando acabé el artículo me di cuenta de por qué no lo había pensado antes. Quizá porque el hormiguillo que yo sentía en la cabeza nunca llegarían a sentirlo las mujeres afganas, porque si una parte corporal lleva mucho tiempo sin riego, se muere. Y, como los pies vendados de las mujeres chinas, a ellas les vendan la cabeza, la cara, hasta tal punto que no la muestran y hay necropsias.

Y me di cuenta que no lo había pensado antes; porque en Afganistán no votan las mujeres, votan burkas.

Y no sé si prefiero que se queden en casa.