miércoles, 6 de enero de 2010

Olor a Oriente (La envidia)

En ocasiones a uno le duele el dedo pulgar de la mano derecha por darle a la barra del espacio, o quizá el meñique de la izquierda por pulsar la tecla de las mayúsculas. Es entonces cuando no se sabe cómo hacer un artículo sobre algo que le parece tan claro.
Durante estos días ha sido habitual ver a padres, abuelos, adultos en general (adultos, ese mundo de gigantes) llevando paquetes envueltos en papel brillante. En alguna ocasión a uno le da por pensar:
-Qué paquete más grande, qué contento se va a poner el niño.
Y así, cuando se apagan por fin las luces de los árboles, cuando los belenes se recogen y se acaban los turrones uno piensa que se necesita creer en algo cuando vas corriendo a comprar levadura y la cajera del super te dice:
-Esto de la navidad, menuda estupidez… si no fuera por los niños.
Y estupidez resuena con la dureza de la erre la explosión de la t y la dureza de la p para acabar reptando, arrastrándose con la z. Uno necesita creer en algo cuando oye ese “si no fuera por los niños”… Uno necesita creer en algo porque desde pequeños nos quitan la ilusión de los reyes magos. Aquellas tres personas que de pequeños se acordaban de todos los niños del mundo y que te traían regalos a tu casa (a la tuya, y bebían y tomaban la leche y mordisqueaban los polvorones y te dejaban una nota de “gracias por los dulces que nos has preparado”), esos reyes que mal que bien acertaban y que colocaban los paquetes debajo del árbol.
Uno necesita creer que esos paquetes tenían una especie de polvo dorado encima, que olían al frío de la noche anterior, que entre los pliegues tenían arena del desierto. A mí, aquellos paquetes me olían a Oriente.
Y uno necesita creer, que hay alguien que me ayuda ahora a envolver los regalos que he comprado para los demás, alguien que me va a ayudar a colocarlos ahora en el salón (ya no ponemos árbol), porque ahora es uno el que envuelve las cosas en papel que ha comprado ayer a la carrera y que no huele a Oriente.
Uno necesita creer en los niños (seres diminutos) que duermen en sus camas y que mañana se despertarán y pensarán que los paquetes huelen a Oriente.
Y me da envidia, porque a mí me duelen los dedos para escribir algo que tengo claro y que no sé cómo plasmar, y mañana ellos, pensarán que los reyes han comido las pastas que le han dejado preparadas.
Me da envidia, porque no necesitan creer. Ya creen.

2 comentarios:

Pablo Álvarez dijo...

Muy bonito Enrique. Para no saber plasmarlo lo has descrito de maravilla.

Por cierto mis regalos si que huelen a Oriente. Mi madre se fue a los chinos de Lavapies a comprar regalos al por mayor. De hecho mis reyes son de "Made in Pakistán & China" (eso creo que es bastante oriental).

Un abrazo

Jesús V.S. dijo...

Yo creo que es por lo único que merece la pena de estas fechas. Siempre que me siento triste o apático me voy a dar una vuelta para encontrarme fortuitamente con algún niño que sonría y me saque a mí una sonrisa. Casi siempre lo consiguen.

Un abrazo fortísimo.