martes, 9 de noviembre de 2010

Las Manzanas

Alguno no lo había probado, y por eso votó que no, aunque luego usara esa ley, una vez tras otra, como habiéndole cogido gustillo

Supongo que en aquellos años (primeros ochenta) muchos pensaran que era una cuestión de principios, que vulneraba la definición de matrimonio: Unión entre un hombre y una mujer, indivisible, en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad hasta que la muerte les separe. Se habló mucho de consecuencias sociales: la presión que sufriría un pobre niño en el colegio por estar sus padres separados. Como siempre los ladrones pensaron que todos eran de su condición y culpaban a la sociedad de no poder realizar cambios, pensando que la sociedad estaba tan atrasada como ellos.

Han pasado muchos años y el divorcio es algo normal, una práctica corriente, y muchos de los que votaron que no en el Congreso de los Diputados acabaron acudiendo a los juzgados, pagando cantidades ingentes a abogados para ver cómo se solucionaba aquello de separar los bienes para acabar con los males. Y a algunos de esos algunos les debió gustar, tanto, que repitieron experiencia, y los bienes acabaron mareados por culpa de aquella ley a la que votaron no.

Han pasado pocos años desde que la ley del matrimonio regulara la unión entre dos personas del mismo sexo. Los del lado que votaron no a aquella ley del divorcio dijeron que era inconstitucional, y algunos nos volvemos locos buscando en la Carta Magna algo que diga que el matrimonio es siempre entre dos personas de sexo distinto y debe estar en acróstico, oiga, porque no encuentro tal restricción. Dicen que es una cuestión de principios, de definición, que el matrimonio de siempre ha sido entre un hombre y una mujer aunque ya se nos olvida que nunca más será para siempre. Grandes musas de la literatura universal hacen comparaciones con la fruta, ya que dos manzanas no deben ser lo mismo que una manzana y una pera.

Yo creo que, cuando prueben la manzanas, repetirán, como ocurrió en su día con la ley del divorcio. Solo hay que cogerle el gustillo.

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