sábado, 8 de enero de 2011

Huele


Ana Botella ha denunciado a unas cuantas peras y manzanas porque el día de su fiesta hicieron demasiado ruido. La pobre señora se ha desacostumbrado de comprar en verdulerías y de gritar al mejor postor, de intentar llevarse la mejor reineta antes de que le quiten el derecho a casarse con ella. A uno se le despierta una especie de, quizás infundada, sospecha de que a la concejala de medio ambiente el puesto le viene un poco raro, porque al ambiente, lo que es al ambiente le intenta quitar sonoridad en cuanto puede. Deben de ser las rosas rojas podridas que intenta cortar, que se le revolucionan.

Y entre tanta alegría se le olvida que lo que más ruido hizo aquel día fue el gol que la selección le marcó a Portugal, pero claro ahí estamos hablando de España. De esa España por la que muchos temen, de la que se hundirá con la ley antitabaco porque la gente saldrá de los bares a fumar a la calle y ya no consumirá tanto. Decía Elvira Lindo el otro día que está demostrado que al principio se resentirá la facturación, pero que después aumentará, que el parroquiano que lleva un café y un paquete de cigarros toda la tarde saldrá a la calle a fumar y consumirá en otro bar, y ya serán dos cafés. Vamos, que no sueñen aquellos que dicen que los bares se quedarán sin gente en este país, porque digo yo que a lo mejor es eso la forma de salir de la machacona crisis.

Estemos de acuerdo o no con la medida si hay algo bueno es que este país empieza a oler. La salsa brava salta a las pituitarias como si fuera un anuncio que te incita a comprar, la croqueta de jamón impregna de bechamel las narices, los gin-tonics huelen a desenfreno y las vieiras te llenan el estómago antes casi que el ojo.

Bien es verdad que a algunos otros bares se les destapa el olor a cerrado, a plástico barato o a garrafón vomitivo de cuyo hedor no eran conscientes; le tendrán que poner solución. También es verdad que a algunas no les hacía falta la ley antitabaco para oler las manzanas desde lejos, aunque ellas mismas desprendan olor a gaviota.

Enrique Gutiérrez Llamas