domingo, 22 de mayo de 2011

Lágrimas en la lluvia

En la película de ciencia ficción Blade Runner los replicantes- falsos seres humanos fabricados en masa que desempeñan los trabajos difíciles- tenían un corto periodo de vida, de unos dos o tres años de duración, ya que no eran de más utilidad para el sistema. Una situación desesperante, la de conocer la fecha de tu muerte, incluso para alguien de naturaleza artificial.

La película está ambientada en 2019 y afortunadamente el mundo que más o menos vaticinamos para entonces no se parece mucho a esa ciudad de Los Ángeles en llamas, a esos coches de formas rectas que echan vapor y se elevan en el aire. Sin embargo si hay algo que ha mejorado bastante desde entonces es el photoshop y el maquillaje. Hoy en día a cualquiera se le quitan años de encima por el método de uniformizar píxeles o de pintar canas del color que más les convenga. Todo esto no aparecía en la película de Ridley Scott y sin embargo ahora (ocho años antes de la vaticinada fecha) contamos con un programa de ordenador capaz de hacer pasar a un lobo por un cordero, tan lejos de aquella harina por encima de las patas de los animalitos de los hermanos Grimm..

Si algo no tenemos son replicantes que hagan el trabajo sucio por nosotros, no tenemos a ningún ser creado para mandarle a hacer las guerras, ni siquiera para que tome las decisiones sucias, tampoco para que cree un sistema de hipotecas de bajo interés que nos acabe sumiendo en la actual crisis económica. Ya lo hacen los cuatro que están arriba. Sin embargo hay algo de lo que esas víctimas del photoshop no se habían dado cuenta: Harrison Ford se dedicaba a saber quién era un replicante y quién no, puesto que en ocasiones aquellos falsos seres humanos ni siquiera sabían que habían sido fabricados. El problema era que al conocer su falsa naturaleza empezaban a buscar soluciones para alargar su vida y eso no convenía a los gobiernos. Hoy, en Mayo de 2011, no han hecho falta Harrison Fords para que vengan a decirnos que nuestra dignidad tiene las horas contadas, nos hemos dado cuenta nosotros mismos, y estamos buscando formas de alargarle las horas, de mantener lo que tantos siglos de lucha ha costado conseguir.

Y algún día espero contarle a mis nietos, como a aquel personaje de aquella película futurista, que he visto cosas que ellos no creerían: atacar naves en llamas más allá de Orión, Rayos C brillar más allá de la puerta del Sol. Cosas que quizá no se vayan como lágrimas en la lluvia.

Porque si somos la generación perdida, estamos empezando a encontrarnos.

Enrique Gutiérrez Llamas

1 comentarios:

Iker dijo...

¡Precioso! ¡Emocionante! ¡Bravo Enrique!