El Paisito
Que el Monarca lo hiciera muy
bien el 23 f no tiene mérito. Quiero decir, que no tiene más mérito que una
enfermera que pincha bien, un zapatero que remienda unos zapatos sin dejar
señales, un profesor que transmite entusiasmo o una secretaria
voluntariosa y pulcra. Como buen profesional su trabajo era mantener el orden constitucional
en un occidente que ya no iba a admitir otra cosa, teniendo en cuenta que este
país se ubica geográficamente donde se ubica.
Pero lo cortés no quita lo
valiente, ni lo cortés, ni lo cortesano. Es decir, que las buenas enfermeras
pueden hacer mal una sutura o un profesor dar una lección a matacaballo, lo
malo es que cuando esta conducta se repite una y otra vez se concurre en algo a
lo que se le llama dormirse en los laureles. Y bastante dormido se ha quedado
ya Juan Carlos y toda su prole. No puedo evitar imaginarme a la Reina harta de
todo, gritando que un día se va para no volver, cual ama de casa harta de
fregar los platos y los trapos sucios. También me imagino a Elena discutiendo
con Marichalar por el tema de los Santos Inocentes –una dichosa escopeta en manos
de quién no debiera- encima ella se ha llevado la fama de tonta, lejos, eso sí,
de la mugre en la que escribía su nombre Paco, el bajo. Menos mal que todavía
nos quedan los niños pequeños, tan monos antes de que tengan bozos mal
afeitados, tan rubios, tan de portada, en definitiva, tan Borbones.
El que lo debe estar pasando mal
es Felipe. Con un padre que más parece un señorito andaluz y una esposa republicana
su vida será ya el colmo del disparate. El Príncipe ve peligrar su herencia, su
paisito, como López Vázquez en aquel guión de Azcona donde se casaba con una
nonagenaria para que le deje testada su casa. Ahora bien, aunque aquella mujer
no fuera inviolable, el heredero de la corona está en las mismas circunstancias
que el actor porque ¿qué es un país sino un lugar para vivir?
Enrique Gutiérrez-Llamas