Las
campanillas que avisaban de que entraba alguien sonaron con un tintineo de
tiempo pasado. Eran ajenas al aire hosco y un tanto febril que llenaba la
estancia, y es que un viejo polvo –y sin embargo tan nuevo siempre como si lo
hubieran inventado para aquel momento- se dedicaba a revolotear ,
revolucionario y recién liberado, por aquel espacio que de repente parecía tan
viejo.
Lo primero de lo que se dio
cuenta la señora García fue de la cantidad de cajas que poblaban las mesas.
Eran ellas quienes levantaban las ristras de polvo que, como batallones, venían
a conquistar el aire, dando esa sensación al local de gloria de otro tiempo.
“Modas XXI” siempre había sido un lugar limpio y organizado, donde la mitad de
aquella capital de provincias acudía a renovar su vestuario cada
primavera-verano, cada otoño-invierno, rebaja tras rebaja. Sin embargo aquel septiembre el lugar
aparecía como desvalijado. Una extraña urgencia había invadido a los
dependientes y a la propietaria, que corrían de un lado a otro desnudando
maniquíes, subiendo bajos, tachando precios viejos e incluso regalando
cinturones y corbatas a aquellos que se llevaban más de una prenda.
Todo este cuadro, desordenado y
aparentemente aleatorio, pilló a la señora García como esperando el sol por el
oeste, con la misma sensación de quién ve a un soldado llorar. Acababa de
volver de las vacaciones y, entrando septiembre, pensó que esperaba –como en
todos los inicios de curso- encontrarse cambios, pero no aquel desmantelamiento
general de aquel lugar que siempre había parecido tan sólido. Lo primero que
hizo fue dirigirse a doña Ana, la propietaria, el lugar común de todos los
septiembres, alguien que, pasara lo que pasase, sería como aquella roca en la
playa que actúa como punto de referencia.
-Pero Ana ¿qué ocurre?
-¿No has leído los carteles de
afuera?
-No, pensé que pondrían algo
sobre descuentos en la nueva temporada, o algo así.
-Qué va –contestó la propietaria,
quitándose un mechón de pelo sobre la frente sudada mientras remataba unas
cuentas en la calculadora- cerramos, esto era insostenible.
La señora García miró alrededor,
cerciorándose de lo que realmente estaban haciendo todos los trabajadores:
liquidar.
- Pues sí –prosiguió doña Ana- lo
que oyes. Que esto no se sostenía, regalábamos las cosas ya de tanto que
habíamos bajado los precios. Yo creo que antes de que cayera la que está
cayendo la gente compraba por encima de sus posibilidades y ahora tiran de
fondo de armario. Yo estoy cansada, total, que compren ropa en el Zara, que se
les romperá antes, lo que no podíamos seguir haciendo era regalando las cosas.
Es que este modelo de comercio era totalmente insostenible, esto tenía que
acabar pasando.
-¡Qué dices Ana! Si yo pensé que
os iba bien…
-De eso nada, la anterior
encargada, a la que dejé aquí cuando mi baja por depresión, falseó la cuentas,
no te digo lo que había por debajo, no sabía lo que iba a encontrarme ¡menuda
herencia!. Cambió un par de marcas que vendían mal por otras que vendían bien,
tejidos Tarrés, yo creo que te llevaste algo de ellos, pero a esos ya les he
rescindido el contrato, sincronizaban bien pero no entraban en mi hoja de ruta.
A los demás ya les llamaré, que dejen de traerme trapos, que yo cierro el
chiringuito. Me dan pena estos chicos –y señala a una pareja de dependientes,
que aplicaban un descuento a un traje de chaqueta y pantalón- porque les
prometí que de aquí sacaban para comer, pero bueno, también les sugerí que lo
mismo habría que hacer un esfuerzo, encontrarán algo en otro sitio, yo les
prometo que saldrán adelante. En el fondo esto no es un cierre, es un plan de eficiencia, que se lo tomen así.
-Bueno, pues qué pena, yo que
venía a mirar abrigos de invierno.
-Pues no me quedan, cariño, pero
si vienes dentro de un mes aquí te darán un café exquisito. He vendido el local
a Starbucks, a esos les irá bien, tienen un modelo fuerte de empresa. Una cosa
sostenible, vaya.
Y la señora García salió de la
tienda y cuando cerró la puerta pensó que septiembre solo es un comienzo, otro
comienzo más. Que ese mes y lo que viniera después ya estaba marcado desde el
curso anterior, aunque pudiera no parecerlo.