lunes, 17 de diciembre de 2012

Mil "pavos"


“El amor fue inventado por alguien como yo para vender medias de nylon”. Esa frase la dice con su carisma varonil, atrayente, el publicista Don Draper en el primer capítulo de Mad Men. Ya desde entonces este personaje nos huele desde la pantalla a “after shave” y a un sudor reciente y fresco, –de ese de subir del gimnasio- a tabaco (Lucky) y a gomina.  El protagonista de la exitosa serie se ha convertido en el mejor anuncio de sí mismo; sabemos que es infiel y un poco ladino, pero nos da lo mismo y uno tras otro –hombres y mujeres de cualquier orientación sexual- caímos rendidos a sus pies por una admiración que va mucho más allá (o mucho más acá, según se mire) de la atracción sexual.

Estos publicistas de los años 60 sabían vender su mercancía, pero también venderse a ellos mismos. Acudían al trabajo en sus bien compuestos trajes, las ideas fijas con brillantina en el pelo ellos y laca ellas, los tacones rectos y las corbatas perfectamente simétricas. Sabían a lo que iban, igual que esos niños antiguos en edad escolar que –si bien no iban al colegio en uniforme- llevaban raya a un lado y las legañas fuera, el pantalón planchado y la camisa impoluta. Gracias a esas conductas cuando se convertían en adolescentes y despuntaban los brillos rojos de su pelo, los pendientes en lugares hasta entonces inaccesibles y los cardados arquitectónicos esos niños habían aprendido a adecuarse y dejaban sus extravagancias hormonales en casa cada vez que se dirigían al instituto. Eran visos de una educación que se ha debido quedar obsoleta y rancia porque ni siquiera se vislumbran en los institutos andaluces a los que acuden los desempleados de más de 18 años dispuestos a sacarse el graduado escolar. Lo hacen porque el Gobierno andaluz les pagará mil euros si lo consiguen, es una medida para incentivar el estudio y aumentar la formación de su población, dicen. Los jóvenes sureños acuden ansiosos a las aulas esgrimiendo que en épocas de crisis ese dinero es necesario. Pocas palabras sobre si la formación es necesaria o no, aunque a tenor de las cifras de desempleo en jóvenes con estudios hacen mejor en callarse.  No puedo reprimir un ataque de ternura al verlos ansiar los mil “pavos”; vislumbro en la rayas que se pintan en los ojos ellas y en los pelos de punta de ellos la necesidad de ese dinero, casi con la misma inocencia con que yo aguardaba en Junio señalar con el dedo la pistola de agua correspondiente que lo mismo me caía, no si pasaba curso, pero sí si sacaba buenas notas. Y me dan pena porque no son conscientes de que falsearán las estadísticas del fracaso escolar con ellos y que con mil euros no llegarán ni a la vuelta de la esquina. Alcanzaba más el chorro de mi pistola de agua. Las mesas se les quedan pequeñas y las ilusiones tan mal puestas como los piercings en sus labios. Y pienso que esa educación es como el anuncio de “Desigual” en el que una chica esquelética quiere tirarse a su jefe. Pienso que eso no es un anuncio y que si lo viera Don Draper (aunque aficionado al sexo con subordinadas) se caería de espaldas. Y pienso que lo de Andalucía ni es dinero, ni es incentivación, ni es siquiera socialismo infiel o ladino, por lo que no puedo caer a sus pies como ante los de Draper. Y lo que es mucho peor, que tampoco eso es Educación porque la Educación, para saber recibirla, también hay que tenerla.

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