Opening
La olímpica ciudad dormía la siesta. Hasta la peineta
llegaban ya los bostezos aburridos de quién se ha acostumbrado al nunca acabar.
El viento azul, lento y adormilado, limpia el suelo de los panfletos que llaman
a los ciudadanos a trabajar de forma voluntaria y a vivir de la inolvidable
experiencia de cumplir los sueños de otros. En el perezoso momento en el que
uno coordina su cuerpo para dar la vuelta en el sofá sin destaparse, quitándose la legaña del lacrimal, una voz saca de la ineptitud del sueño a los
habitantes de la villa. Una voz que ha desayunado las delicias de Viena
Capellanes y que, desde su figurada instancia en la que siempre ha sido la
capital del vals, ha cambiado su cadencia y su ritmo. Como el tic-tac monocorde
del reloj no va ahora esa voz más lenta, ni más rápida, va simplemente
distinta, y eso sus electores lo notan hasta el punto que les hace abrir un ojo
sin temor a que la legaña quede desprendida de forma brusca.
Y allí está, de nuevo en sus pantallas, igual pero distinta.
Aristocrática pero cardada. Viste de blanco y las perlas que la acompañan desde
su niñez siguen allí todavía. Pero algo ha cambiado aunque la voz sea la misma.
El elector no se da cuenta de qué puede ser, pero al otro lado del plasma el
equipo asesor lo sabe y suda sangre, debido también a la cercanía del jueves
santo.
Y es que al otro lado todo el mundo suda, todos menos ella,
que sostiene los papeles como le fue enseñado en el colegio de las Madres
Irlandesas, que como podemos imaginar ni eran madres, ni mucho menos
irlandesas. En ese preciso instante abre la boquita de piñón, con los labios
estreñidos en británica mueca. Sus asesores yerguen el cuello esperando un
sopapo más, los asesores ajenos se congratulan de haber avisado a sus
asesorados de lo que iba a pasar. Está a punto de ocurrir, le ocurrió a su
marido, al siguiente presidente del Gobierno, al actual. Ella será una más y
está a punto de pasar al club. Abre la boca y comienza su entrada en el particular Olimpo.
Horas más tarde, el espectador que despertó de la siesta
buscará en Internet el vídeo que pudo observar en directo. Comprobará que lo
que vio es cierto, que su edil ya es una más, que no ha defraudado. Y ya de
paso mira cómo va eso de los juegos olímpicos, que esta vez no se ha interesado
porque la costumbre acaba por oxidar las mejores ilusiones. Y aquí está el
peculiar triunfo de su alcaldesa, que ha conseguido hablando en inglés lo que
no ha conseguido en cristiano: que la gente se interese por la carrera olímpica
de Madrid. Eso sí, nos queda clara una cosa, para siempre, en nuestra
mentalidad de electorado de clase media: que, efectivamente, su tailor es rich.
Y madrileño.
Si todavía no has visto el vídeo de Ana Botella hablando inglés puedes verlo pinchando aquí.
Si todavía no has visto el vídeo de Ana Botella hablando inglés puedes verlo pinchando aquí.
1 comentarios:
Ella, como Margaret Thatcher, dijo: "No sin mis perlas".
Buen post ;-)
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