miércoles, 7 de julio de 2010

Lo raro

Dice una canción poco conocida, de un grupo poco conocido que escucha gente que no es ni conocida ni deja de serlo que “todos los raros fuimos al concierto”
Pues al concierto no lo sé, pero después de que media España inunde el metro (ahora que hay) unos cuantos raros saldremos hoy de casa cuando el sol no caliente y nos meteremos en el cine (por ejemplo) a ver cualquier cosa. Y es que uno, tan grave como yo, tan raro como yo, está dispuesto a ver incluso las andanzas de Sarah Jessica Parker en el desierto con tal de estar en un sitio donde no se oigan los atroces gritos de aquellos que esta tarde verán cómo nuestro Estado (antes España, ahora una selección) se juega la posición internacional y recupera el orgullo herido del Siglo de Oro.
Algo he de reconocerles, aunque si bien no saben lo que han causado el sábado pasado en Madrid. Por primera vez vi una manifestación en las que la bandera de nuestro país, perdón, de nuestra selección, desfilaba al lado de las de la República, de las banderas multicolor, de las multicolor en negativo e incluso las de las autonomías. Y no había ni rencores ni malas miradas, solo gritos unánimes con la parada de Casillas y con la victoria que obtuvieron. Parece que nuestro gobierno de coalición de los distintos equipos ha conseguido lo que no consiguen los líderes de aquel Estado que todavía éramos cuando perdimos el primer partido.
En ese momento incluso fui fan de John Boy, el problema es que la selección no es el gran telépata de Dublín.

martes, 29 de junio de 2010

El recreo

La gente, y lo que es peor, las personas, cada vez se sienten más colapsadas tras las diversas teorías que desde hace más de dos años nos vienen hablando sobre cómo salir de esta situación económica.

Primero fue Zapatero con su intento de llamarlo “recesión” y no crisis. Solo algunos se dieron cuenta de que la recesión solo es un proceso que lleva a la crisis, por leve o fuerte que ésta sea. Más tarde llegó la victoria demócrata de Obama, no había que bajar el listón, fomentándose así las obras públicas para dar trabajo. Por el otro lado, Joe el fontanero debió alegrarse poniendo tuberías en los nuevos hospitales estadounidenses, panacea del Estado de Bienestar.

Ahora, tras hacernos arreglar entre todos lo que solo estropeó la corrupción política y la avaricia bancaria damos la vuelta a la tortilla. Madrid suspende casi todas sus obras, el AVE no llega (pero, por favor, a mi ciudad natal sí), Obama aplaude la decisión socialista de bajar sueldos y hacer recortes, la crisis recupera su nombre habitual. Lo último, lo que ha acabado por colapsar las tuberías de la razón es que la banca rechaza el impuesto que las principales potencias pretenden crear para ella. Se le ha preguntado si quería pagar, igual que se le podría preguntar al chulito de la clase si quiere que le castiguen.

Ahora, este chulito, ha acercado el termómetro a la bombilla y no será castigado por ponerse malo. El resto de la clase, con trancazos sinceros y bastante importantes no son preguntados y se quedan sin recreo una vez más.

martes, 15 de junio de 2010

Perder la cabeza

Hay varias formas de perder la cabeza. La perdió en su día aquel que escribiera aquella canción infantil en la que por el mar corría la libre y por el monte las sardinas, tralará. La perdió Dalí cuando se engominaba el bigote hacia arriba, la perdió Hitler (aun más) cuando en sus últimos días ordenaba movimientos de tropas que ya no existían… la perdió Bernarda Alba y la supo mantener su madre. También hay formas inmensamente más tristes que algunas de las aquí arriba descritas.
Hubo una vez un país lejano y que por aquel entonces se teñía de maravilla, donde habitaban millones de hombres y mujeres que llevaban cuarenta años sin vida libre y gobernados por un hombre bajito, con bigote y con las manos y las espaldas teñidas de un curioso color rojo. Cuando el enano murió llegó al poder otro señor con corona, y uno más moreno, alto , y proveniente de la ciudad de las murallas. Como en el famoso poema, este hombre abrió las murallas, luego puso el barco sobre la mar y al caballo en la montaña, y cuando limpió el país de escombros le hicieron la cama y le mandaron a casita.
Este hombre ha perdido la cabeza muchos años después de eso. Y no se acuerda. No se acuerda del país que construyó, del país que, más que levantar, hizo. Y no es posible que lo recuerde. Si en algún momento, por alguna fatalidad profética del destino, levantara la cabeza se asustaría y pensaría que todo lo que ocurre hoy en aquel país que él tiñó de maravilla es un mal sueño. Menos mal que el bendito alzheimer no lo permitiría. Abriría los ojos y vería por el monte a la sardina y por el mar a la liebre. Y a Cospedal diciendo que su partido es el de los trabajadores, tralará.

miércoles, 26 de mayo de 2010

La piscina de bolas (II)

Llevo un rato dándole vueltas para encontrar un magistral principio a este artículo: pero no lo encuentro. Quizá debería grabarme gritando, colgarlo en goear y dejar aquí el enlace para que lo oigan los que leen este blog, con las ganas me quedo. Pero no lo haré, y no lo haré porque no me pondré a la altura de ese partido político. No lo haré porque hace muchos años que me enseñaron a no gritar y a decir las cosas educadamente.

En Polonia, hace unos días, tras la muerte del presidente, hubo una sesión parlamentaria en la que volaron por el parlamento objetos arrojadizos que bien podrían considerarse un juego infantil, pero que no lo eran porque estaban en una sede que representa la democracia. Yo pensé “qué críos, y esto, lo peor, es que ocurre en Europa, aquí al lado”

Parece que en España hacía muchos años que no jugábamos a estas cosas, más o menos desde mediados de los setenta, cuando se cantaba aquello de “Mi querida España, esta España mía, esta España nuestra, pueblo de palabra y de piel amarga” Y amarga es como le queda a uno la boca cuando ve los titulares de mañana en el periódico, consecuentes de una bendita (no es irónico) votación en el Parlamento que debería evitar la congelación de las pensiones. Sí, de esas pensiones que el gobierno de Aznar subió 107 euros de media en ocho años y que Zapatero ha subido 240 en solo seis, y eso que con Aznar, nos debía ir de forma genuina en economía. Entre gritos y pitos uno piensa que está en el mundo de Alicia, donde la izquierda quiere congelar las pensiones, donde la derecha olvida su pasado y las quiere descongelar y donde sale corriendo detrás del gobierno gritando “la sentencia primero, luego en juicio” como es el caso de Garzón, juzgado por la Reina de Corazones.

Y no, no me subiré a internet gritando porque soy bastante más correcto que lo que ha ocurrido en el Senado esta tarde, y hace mucho tiempo que comprendí que las piscinas de bolas quedan en los parques infantiles donde ellos se tiran objetos arrojadizos blandos e indoloros. Parece ser que al Partido Popular les ha dado por rememorar su infancia y ante la falta de espacios adecuados se han llevado las bolas al Senado.

Mi querida España…

miércoles, 19 de mayo de 2010

Tu nombre envenena mis sueños

Jaime Gil de Biedma escribió un poema, muy bueno por lo derrotista, cuyo final todos, quien más y quien menos, hemos leído alguna vez:

De todas las historias de la Historia
la más triste sin duda es la de España
porque termina mal.


Siempre he sido contrario, y espero que toda mi generación lo sea, a lo que dice el poema de este grandísimo poeta: primero porque la historia no se acaba nunca, segundo porque no creo que nos merezcamos, después del esfuerzo que nos ha costado llegar hasta aquí, acabar del todo mal, tan mal, la historia más triste.
Y eso que hay momentos en los que el ánimo flaquea: se llegará a los cinco millones de parados, bajan el sueldo a los funcionarios, congelan las pensiones, retiran el cheque-bebé.
Pero no solo son esos problemas los que nos atañen, no solo problemas económicos. Da vértigo pararse a pensar que ha sido un gobierno socialista el que ha tenido que hacer estos recortes, da vértigo ver cómo los funcionarios quieren levantarse en huelga para detener esta bajada de sueldo. En este país hemos olvidado lo que significa la palabra consenso, el verbo ceder, el sustantivo solidaridad. Consenso es una política común que hace legislaturas que no vemos, Ceder es que los funcionarios se quiten parte de la tarta para dársela a quién más lo necesita (ellos, que son una clase afortunada, que no se va a quedar sin trabajo), Solidaridad es que pensemos en que España somos todos: los del milagro de la transición, los de las Olimpiadas del 92, los de la Eurocopa de 2008, los de la crisis de 2010, para lo bueno y lo malo, para que nos ayuden y para ayudar, Solidaridad es también el Consenso y la capacidad para ceder.
Lo hemos olvidado todo, como parece que hemos olvidado el esfuerzo hecho para tener una democracia. Aunque bien pensándolo: ¿Cómo no lo vamos a olvidar si Joaquín Leguina –socialista español- ha aceptado un puestecito de Esperanza Aguirre? Si lo poco que queda de ese consenso se vende, renuncia a sus ideas ¿qué vamos a hacer los demás? Porque el antiguo presidente de la Comunidad de Madrid, tras aceptar el puesto, publicó un artículo en el que ponía de vuelta y media aquellos principios que le fascinaban hacía unos años.
El presidente del Gobierno carece, desde sus impopulares medidas necesarias, medidas que necesitan contar con la certeza de que todos tenemos que ayudar, de apoyo suficiente para gobernar. La otra opción es un partido corrupto hasta la médula, un partido cuyo líder explicó que, aunque la justicia no lo permita, seguirá actuando de la misma forma: presentando a elecciones una persona que huele a corrupción: porque la corrupción se ha llevado dinero suficiente como para poder evitar que congelen las pensiones, cosa que los del Partido Popular quieren evitar. Pensiones de aquellas personas que sí sabían lo que era consenso, ceder, solidaridad. Personas que están completamente indefensas ante el desastre generado por la generación que le sigue.
Ahora, pienso en otro poema, de Cernuda, que Leguina ha olvidado y que significó para el socialista la exaltación republicana de la que ahora reniega. Tu nombre envenena mis sueños. Y sí, España, tu nombre envenena mis sueños.

martes, 11 de mayo de 2010

La marea negra.

En “El informe pelícano” una periodista interpretada por Julia Roberts destapa un escándalo sobre unas marismas en Luisiana que serían víctima de una conspiración, quedando los estuarios inundados de petróleo y causando graves trastornos a los pelícanos.

La película data de 1993 y pretendía ser algo ficticio que alertara a la gente sobre los peligros humanos en el medio ambiente. Finalmente el personaje de Julia Roberts tiene que huir del país por miedo.

Hace unas semanas se estrenó una película parecida. Era española. Y de terror. En las mejores salas, en sus casas y al lado del paseo del Prado. En ella una marea negra amenazaba con la idea de que España tuviera que pedir dinero a la Unión Europea, al igual que su compañera Grecia. A mitad del metraje salía el presidente del gobierno español, como un pelícano trastornado y cabreado. Pero la película tiene final feliz. Y la bolsa se recupera gracias a un intensísimo efecto rebote. El público, conmocionado, vemos todavía como el país que preside la Unión Europea sale del bache más o menos airoso y recordamos cómo Alemania amenaza ya con ser la protagonista de la segunda parte tras poner precio al acrópolis. Muchos hacemos la reseña del filme y se con vuelve a poner el estómago al revés al ver cómo la excelsa Grecia (de la que Alemania tiene tesoros robados) no es tenida en cuenta como la cuna de la cultura a la que pertenecemos, la cuna de lo que somos.

Hoy, en 2010, la marea negra inunda Luisiana y al otro lado del charco a los pelícanos trastornados nos entran ganas de huir a no sé dónde, no siendo que nos embarguen. A ver si tiene que venir Julia Roberts a explicarnos de dónde sale el petróleo, porque no parecía que quedara tanto.

sábado, 10 de abril de 2010

Lo que necesitas es amor

A Bibiana Aído, como a Blancanieves, le hace falta un hombre (o una mujer, o un soplo de realidad) para despertar de su delirio. Un hombre que le bese, como se besó en su día a la Bella Durmiente.
El último grito de la ministra de Igualdad es que los cuentos de toda la vida son sexistas, que hay que modificarlos, que dan prejuicios a los niños. Parece la hermana secreta de los Grimm.
Parece que la Mulán de los socialistas no está contenta con las cintas de Disney ni con la cultura, ni con los príncipes azules, ni con los zapatos de cristal. No sé de qué guindo se habrá caído esta señorita, para decir que esos cuentos son machistas. No lo son, son cuentos, punto. Porque aquí nadie dice nada de que el príncipe de la Bella Durmiente necesita de tres hadas (ni una, ni dos, ¡tres!) para vencer a Maléfica (que era mujer) demostrando así su insuficiencia, o de que no había ninguna enanita, o de que Pocahontas (en la segunda parte) deja tirado a John Smith, la muy fresca.
No sé si pretende que el siguiente paso sea borrar la historia del mapa, que ha sido tremendamente machista. Y ponerle falda a los monigotes de los semáforos, decir que no reinó Carlos V sino su mujer, que el Rey Fernando el Católico no pintó nada, que los apóstoles en realidad eran féminas. Si quiere igualdad que entren mujeres en las cúpulas bancarias, en la RAE, que sean rectoras de las universidades. Igualdad de hecho, no de fantasía.
Definitivamente, no puedo por menos que recomendarle a la señora ministra un hombre. Por probar no pasa nada. Al fin y al cabo no está tan mal que te despierten con besos, o que te pongan zapatos de cristal.