sábado, 8 de enero de 2011

Huele


Ana Botella ha denunciado a unas cuantas peras y manzanas porque el día de su fiesta hicieron demasiado ruido. La pobre señora se ha desacostumbrado de comprar en verdulerías y de gritar al mejor postor, de intentar llevarse la mejor reineta antes de que le quiten el derecho a casarse con ella. A uno se le despierta una especie de, quizás infundada, sospecha de que a la concejala de medio ambiente el puesto le viene un poco raro, porque al ambiente, lo que es al ambiente le intenta quitar sonoridad en cuanto puede. Deben de ser las rosas rojas podridas que intenta cortar, que se le revolucionan.

Y entre tanta alegría se le olvida que lo que más ruido hizo aquel día fue el gol que la selección le marcó a Portugal, pero claro ahí estamos hablando de España. De esa España por la que muchos temen, de la que se hundirá con la ley antitabaco porque la gente saldrá de los bares a fumar a la calle y ya no consumirá tanto. Decía Elvira Lindo el otro día que está demostrado que al principio se resentirá la facturación, pero que después aumentará, que el parroquiano que lleva un café y un paquete de cigarros toda la tarde saldrá a la calle a fumar y consumirá en otro bar, y ya serán dos cafés. Vamos, que no sueñen aquellos que dicen que los bares se quedarán sin gente en este país, porque digo yo que a lo mejor es eso la forma de salir de la machacona crisis.

Estemos de acuerdo o no con la medida si hay algo bueno es que este país empieza a oler. La salsa brava salta a las pituitarias como si fuera un anuncio que te incita a comprar, la croqueta de jamón impregna de bechamel las narices, los gin-tonics huelen a desenfreno y las vieiras te llenan el estómago antes casi que el ojo.

Bien es verdad que a algunos otros bares se les destapa el olor a cerrado, a plástico barato o a garrafón vomitivo de cuyo hedor no eran conscientes; le tendrán que poner solución. También es verdad que a algunas no les hacía falta la ley antitabaco para oler las manzanas desde lejos, aunque ellas mismas desprendan olor a gaviota.

Enrique Gutiérrez Llamas

jueves, 30 de diciembre de 2010

Estrechez

Hartos de oír que estamos pasando una época de estrecheces económicas, sumergidos en un ambiente que impone que quién tiene la razón es quién más grita, la banalidad y la carnaza hipercalórica de los debates actuales gana terreno a otras dietas más equilibradas. No son sino fotografías de gran resolución de vulgares huevos fritos enfocados deprisa y corriendo las que invaden los escaparates a los que mira el español medio. La regla de oro es hacer que a la gente le guste lo que no está preparado, los presentadores que no saben a qué cámara mirar, la producción del veinte duros, para que así no piensen y no admiren, para que se pueda dormir la siesta agusto.

La actual crisis económica ha sido la excusa perfecta para continuar la despiadada ola de fusiones y absorciones que Berlusconi capitaneó en los años noventa. Prisa forma parte ahora del grupo Liberty, tan oscuro como remoto. Por su parte Fuencarral recibe en su familia a Cuatro y a otros medios. Las consecuencias son, más que lavados de cara, operaciones de estética; en otras palabras unificación de líneas editoriales, formas de pensar que se van simplificando. Lo mismo que hacía Orwell con su vocabulario en 1984 para idiotizar a la gente. La operación de Telecinco conlleva el cierre de una de las cadenas de información más prestigiosas, la única alternativa al canal 24 horas de Televisión Española. Y es que, parece ser, no resultaba viable. La coyuntura actual arrasa darwinianamente con todo aquello que no atraiga a las masas, y las minorías cultas se quedan cada vez con menos opciones para elegir, menos información de calidad a la que acudir, los modelos se simplifican. Se hipertrofia el individualismo, en palabras de Gabilondo que, entre muchos otros, ha quedado en paro.

2010 se despide para el mundo de la información con noticias así de crueles. La década lo hace con una educación cada vez menos exigente, con unos índices de lectura cada vez más deficientes. Con una población que no tiene donde elegir, con un español medio que es presa del grito y la silicona y que le gusta serlo. Un español que solo entiende de buenos o de los malos, de verdades absolutas o de mentiras despiadadas, que no duda, que no sabe dudar, que come lo que tiene delante sin preguntarse de dónde ha salido. Es lo que les conviene a los que nos gobiernan y a los que pretenden hacerlo, ovejas a las que dirigir, a las que seguir encorsetando la mente. En los medios no quedan casi opciones de pensamiento y en este país se es perezoso por naturaleza ; casi nadie va a buscar otros. La verdadera estrechez, la que será difícil eliminar y nadie querrá quitar de en medio, es la que se está imponiendo en la forma de no pensar, en la desmemoria de la gente, la que se enreda en su lana de oveja de sofá. Menos mal, que como dijo Gabilondo, nosotros seguimos siendo de los nuestros.

martes, 21 de diciembre de 2010

Su propio tejado

Los griegos consideraban deshonesto cobrar por dedicarse a la política. En ese mundo idílico de las Ágoras públicas y leyendas de lejanos seres fantásticos, que antes quedaban más cercanos, los clásicos consideraban que a la política deberían dedicarse los seres más cualificados; un lujo, desde luego.

En plena vorágine de la Ley Sinde que prohibirá las descargas, los jóvenes nos llevamos las manos a la cabeza (y al teclado y al ratón) y nos precipitamos a hacer cosas tales como bajarnos desesperadamente capítulos de Mad Men, o de Brothers and Sisters, por ejemplo. Robar, madre mía, ¡qué horror! Y cual ladrones deshonestos también bloqueamos las páginas web de los partidos políticos para demostrar en cual alta estima tenemos a nuestros dirigentes hoy en día. Desde luego queda ya muy lejano aquello de la antigua Grecia, esa Ágora en la que compartían los conocimientos, la cultura, el respeto merecido hacia los políticos.

A petición de Estados Unidos, la Ministra de Cultura cerrará las Ágoras del siglo XXI, que están en la red, y no sé si tendremos que echarnos a las plazas públicas para pasarnos los discos con las películas y las series, como hace más de dos milenios, pero en soporte digital. Muchos estamos dispuestos a hacerlo, antes de que también privaticen las plazas, por supuesto. Supongo que cuando Ángeles Gonzalez-Sinde deje el Ministerio le apetecerá volver a hacer cine, y supongo que muchos que la considerábamos una maravillosa directora no estaremos dispuestos a pagar un céntimo por ver sus películas, ni en el cine ni en la red. ¿Qué le habrá llevado a esta mujer a tirar piedras contra su propio tejado? Desde luego dista mucho de la antigua Grecia.

Enrique Gutiérrez Llamas

lunes, 13 de diciembre de 2010

Una ostia.

La Condesa de Murillo ha sido galardonada con el premio a la mujer mejor calzada de España. Hay premios que pueden resultar necesarios, otros que son un tongo y otros que uno nunca acaba de entender porque no sabe de dónde les viene. Este pertenece a una categoría superior, desde luego.

Hace algunos años, en el Parlamento andaluz, hubo tal ataque de risa que ninguno de los asistentes podía, después de ocho horas de sesión, llevar a cabo la votación pertinente sin que esa risa de origen inmotivado les dejase hacerlo con un poco de decoro. Tuvieron que cerrar la sesión y posponerla. Eso es lo que nos pasa a muchos cuando leemos el periódico: el otro día Zapatero pedía a Rajoy patriotismo y éste se lo negaba. Tuve que cerrar el diario, es de estas noticias que, como algunos premios a algunas Grandes de España, no sabes por dónde te vienen, y que, como un ataque de risa inmotivado, no sabes a cuento de qué se debe tan hilarante acontecimiento. Uno doble el periódico, se repone –incluso llega a coger el móvil y a fingir que habla con alguien para que los demás piensen que no vas riéndote solo en el metro, a cuenta de “El País” - y se levanta con la cabeza bien alta rumbo al supermercado, a comprar algo precocinado, que te dan las horas para mucho más ese día.

Allí estás, en la sección de congelados, acordándote de la negativa de Rajoy, cuando un niño pasa corriendo a tu alrededor, y tira las bolsas isotérmicas, la madre le mira, indiferente, sin duda no se le ha pasado por la cabeza lo que pueda ocurrir dentro de unos años si al niño no le dan un par de ostias a tiempo. Pero claro, en la época del Progresa Adecuadamente y del Necesita Mejorar, lo mismo eso es mucho trauma, y el niño te crece con un complejo freudiano que para qué. Algo parecido le debe pasar a la política española que de tanto reírle los chistes al alcalde de Valladolid y de soportarle metáforas frívolas al Presidente del Gobierno nos vamos a encontrar dentro de algunas décadas con que los políticos harán lo que quieran con nosotros. Tan acostumbrados estamos a no salir a la calle para quejar por la desastrosa situación que está pasando este país, esta España mía, esta España nuestra ¡ay! tan acostumbrados a no darles una hostia (tampoco collejas pedagógicas) , cuando hacen las cosas mal, muy mal, tan mal como para que nos vayamos asustando progresivamente, que no sabemos la adolescencia cincuentona que se nos viene encima.

Y cuando ya hagan lo que quieran y gobiernen por decreto y se empiecen a tirar huevos por el parlamento será como un ataque de risa o un premio inesperado; la gente no sabrá por donde viene ni a cuento de qué, porque se nos habrá olvidado lo permisivos que hemos sido. Porque lo que tiene esta política no es un Necesita Mejorar, es un reglazo en las uñas, un ponerse de rodillas con los brazos en cruz, un expulsado de cara a la pared. Un copiar cien veces “no nos volveremos, ninguno, a presentar a elecciones.” Ese es el galardón que necesitan y merecen.

Menos mal que todavía queda gente coherente que da premios merecidos, porque Esperanza, lo que se dice Esperanza, se calza con una nobleza sublime. Como corresponde a una verdadera Condesa.

Enrique Gutiérrez Llamas www.sobretodolovisibleyloinvisible.blogspot.com

martes, 23 de noviembre de 2010

¿Quién teme a Ana María Matute?

Que Virginia Woolf muriera sin recibir el nobel tiene perdón, porque la inglesa se suicidó muy pronto, tirándose a un río tras varios intentos de suicidios.La academia no tuvo tiempo de otorgarle tal galardón, aunque probablemente nunca lo hubiera hecho. La escritora tenía una personalidad de tendencia depresiva y muchos intentos de suicidio a sus espaldas. Los bombardeos alemanes sobre Londres y el fracaso de la biografía que ella había escrito sobre su amigo Roger Fry hicieron que se llenara los bolsillos de su abrigo de piedras y que se tirara el agua.

Existen muchos tipos de mujeres, englobadas en muchos tipos de corrientes, más o menos encasilladas igual que las horas en las cuadrículas que gobiernan el tiempo. Hay otras a las que es difícil clasificar. Si una sobrevive y no mete la cabeza en un horno a lo Sylvia Plath puede acabar escribiendo mundos enteros que se sostienen por sí solos. Dragones que salen de las aguas o princesas que tienen la Muerte Más Bella Jamás Nombrada saldrán a la luz en novelas que son verdaderas enciclopedias sobre el sentimiento humano.

Ana María Matute sobrevivió a una guerra apoyándose en el muro maestro de su casa, por eso no soporta el sonido de los fuegos artificiales, porque le recuerdan a las bombas que caían sobre su Barcelona. Ana María Matute ganó El Planeta con una novela que escribió a los 17 años. Ana María Matute se casó pese a la no aprobación de unos padres que le dieron la espalda. Ana María Matute se separó de su marido y le prohibieron ver a su hijo al que, de todas formas, conseguía visitar gracias a la ayuda de su suegra. Ana María Matute se volvió a enamorar de un hombre que era igual que Paul Newman. Ana María Matute salió de una depresión con un solo pie descalzo e inventando mundos.

Ana María Matute, Ana María Matute, Ana María Matute. Repetir su nombre y otra vez y decir que es ella la culpable de que hay mujeres que han tenido problemas con sus maridos por enamorarse del Príncipe Predilecto. Releer Olvidado Rey Gudú y enamorarse del Príncipe Predilecto una y otra vez, y que no haya amor más puro y más carnal que ese. Ser el verano de Aranmanoth. Echar a llorar con la última frase de Paraíso inhabitado. Querer que vuelvan los unicornios que ella tanto ha visto.

Hacerle una entrevista y que se te reblandezcan los huesos, desde dentro, como si fueran de chicle, cuando le oyes decir un tierno “ohhhh” al hablar de sus novelas favoritas. Que te cuente por qué nadie se acordará de Gudú, y aunque tú ya sepas ese porqué, entenderlo mejor. Que se le iluminen los ojos cuando dice que sin la literatura ella no hubiera podido, que la hubiera inventado. Saber que lo hubiera hecho. Que salga una chispa de un terrón de azúcar al partirlo. Infancias en un cuarto oscuro en el que cabían todo tipo de seres maravillosos.

Mañana se falla el Premio Cervantes, un galardón tan absolutamente prestigioso como plenamente machista. Muchos esperan que se lo den a Ana María Matute como esperan los campesinos la cigüeña por San Blas, algo para animar este año de la muerte de Miguel Delibes, de la muerte de Saramago.

Mientras tanto le otorgan a Esperanza Aguirre el premio a la mujer mejor calzada de España. Como a Virginia Woolf, ¿quién teme a Ana María Matute para que no le den el premio? Porque ¿qué ha hecho si no calzar mundos mucho más coherentes que este?

Enrique Gutiérrez Llamas

martes, 9 de noviembre de 2010

Las Manzanas

Alguno no lo había probado, y por eso votó que no, aunque luego usara esa ley, una vez tras otra, como habiéndole cogido gustillo

Supongo que en aquellos años (primeros ochenta) muchos pensaran que era una cuestión de principios, que vulneraba la definición de matrimonio: Unión entre un hombre y una mujer, indivisible, en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad hasta que la muerte les separe. Se habló mucho de consecuencias sociales: la presión que sufriría un pobre niño en el colegio por estar sus padres separados. Como siempre los ladrones pensaron que todos eran de su condición y culpaban a la sociedad de no poder realizar cambios, pensando que la sociedad estaba tan atrasada como ellos.

Han pasado muchos años y el divorcio es algo normal, una práctica corriente, y muchos de los que votaron que no en el Congreso de los Diputados acabaron acudiendo a los juzgados, pagando cantidades ingentes a abogados para ver cómo se solucionaba aquello de separar los bienes para acabar con los males. Y a algunos de esos algunos les debió gustar, tanto, que repitieron experiencia, y los bienes acabaron mareados por culpa de aquella ley a la que votaron no.

Han pasado pocos años desde que la ley del matrimonio regulara la unión entre dos personas del mismo sexo. Los del lado que votaron no a aquella ley del divorcio dijeron que era inconstitucional, y algunos nos volvemos locos buscando en la Carta Magna algo que diga que el matrimonio es siempre entre dos personas de sexo distinto y debe estar en acróstico, oiga, porque no encuentro tal restricción. Dicen que es una cuestión de principios, de definición, que el matrimonio de siempre ha sido entre un hombre y una mujer aunque ya se nos olvida que nunca más será para siempre. Grandes musas de la literatura universal hacen comparaciones con la fruta, ya que dos manzanas no deben ser lo mismo que una manzana y una pera.

Yo creo que, cuando prueben la manzanas, repetirán, como ocurrió en su día con la ley del divorcio. Solo hay que cogerle el gustillo.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

El jardín

En el juego de la oca hay que pasar muchas pruebas para llegar al final: puentes, pozos, ríos, muerte, tabernas… y por fin el final, el jardín, el Edén. A uno de septiembre parece que uno puede volver a ponerse malo, los negocios vuelven a abrir y con ellos el negocio más descarado; la política. El curso pasado nos encontramos con corrupción, mentiras y faltas de respeto y educación. Este año volvemos a jugar a la oca con los dados trucados y con un final mucho más interesante: elecciones municipales y autonómicas en la primavera que hará florecer el jardín.

Pero todavía queda mucho para entonces y tendrán –ellos, la clase política- que tirar los dados, dedicarse a humillar al otro sin ofrecer nada a los ciudadanos, que todavía no hemos oído propuestas. Habrá candidatos que caigan en un pozo, otros que se gastarán el dinero público en sastrerías (las tabernas de la vida real), movimientos de fichas cuando el adversario no mira, a ver si adelantamos una casilla o dos. Ellos tirarán los dados con más fuerza sin pensar que eso no influye en el número que salga y nosotros nos limitaremos a contar bien cada avance, sin propuestas firmes de nadie en el bolsillo. Muchos caerán en la casilla de la muerte, sin que pase un amigo a rescatarlos, y algunos, unos pocos, llegarán al jardín final. Los demás nos quedaremos por el camino, sin saber por quién contar casillas, ya que no se preocupan de nosotros.

Solo espero una cosa. Que sea quien sea el que llegue al jardín, que no encuentre allí el Edén.