martes, 12 de marzo de 2013

Almodóvar en el Vaticano


Lo que voy a decir sobre la última película de Almódovar me ocupa una sola frase, el que no la entienda, o al que dicha frase le parezca una obviedad puede dejar de leer este artículo en cuanto conozca, a partir del siguiente punto, lo que tengo que decir. “Los amantes pasajeros es una comedia de Pedro Almodóvar”. Punto. Si alguien espera una crítica más profunda sobre esta película protagonizada por tres azafatos homosexuales que pase al artículo de la semana pasada; trata sobre los argumentos novelescos y puede ser más orientativo respecto a mis opiniones que lo que van a leer a continuación.
Cuando digo que “Los amantes pasajeros es una comedia de Pedro Almodóvar” me refiero precisamente a eso, y no me acabo de explicar muy bien los vapuleos de parte de la crítica respecto al filme, porque no sé si esperaban que Los amantes pasajeros, escrita y dirigida por Pedro Almodóvar, fuera una comedia de Santiago Segura, de Daniel Sánchez Arévalo o de un resucitado Berlanga. No entiendo que la califiquen de disparatada, de en ocasiones vulgar, de exagerada, de insultante o de tener algo así como saturación del color. No entiendo, en otras palabras y siguiendo con la línea de lo que ya he escrito, que traten de asustar al potencial público criticándola con unos adjetivos que son propios de una comedia de Almodóvar, porque para eso podían haber publicado sus críticas hace treinta años cuando no se sabía qué tipo de cine hacía, o podían haber hecho lo que yo hago: decir que “Los amantes pasajeros es una comedia de Almodóvar” y ya lo habrían dicho todo, máxime cuando el director había avisado que iba a volver a hacer una comedia descarada, tal y como hacía en sus inicios. Que Mujeres al borde de un ataque de nervios (1988) es más refinada, sí, que ¿Qué he hecho yo para merecer esto? (1984) es de hace casi tres décadas, también, pero se trata de comedias de Almodóvar que son precisamente eso, comedias de Almodóvar, y cuando lleva unas cuantas hechas ya sabemos lo que nos vamos a encontrar, aunque últimamente nos tuviera acostumbrados a películas bastante más oscuras. Dicho esto paso a otra película y voy a desvelaros la identidad del próximo Papa antes de que haya fumata blanca. Antes de revelarlo os comunico que si queréis originalidad no paséis al párrafo siguiente. Si queréis originalidad, pasad más abajo, hay algún escrito en el que menciono a Mad Men del que estoy más orgulloso que de éste, pero no trata cosas tan evidentes.  Paso por tanto, para los que quieran, a revelar quién y cómo será el nuevo Papa, lo haré también en tan solo una frase.
“El nuevo jefe de Estado del Vaticano será el Sumo Pontífice”. Y Con esto del Sumo Pontífice solo quiero decir eso: que será el jefe del Estado Vaticano, que será hombre, que será el obispo de Roma… y que como tal, y como lleva siendo en los últimos siglos se tratará de un hombre conservador, homófono, machista, estará en contra de los avances de la medicina que no le beneficien, vestirá de oro y pedirá dinero por caridad, hablará en latín,  se hará el progre por algo así como alabar a los Beatles (esto último es de Benedicto XVI), y si estuviera en sus manos nos haría pagar diezmo. Y es que, ya lo advertí, “el nuevo jefe del Estado Vaticano será el Sumo Pontífice”, no os sorprendáis. Y luego vendrán las críticas, como si Boyero no supiera qué película iba a ver.

lunes, 4 de marzo de 2013

La dificultad de respirar


Tiene algo de novela de saga familiar, algo parecido al tono decadente y triste que se escucha en los finales de las novelas largas, un tono de oro ennegrecido y viejo, de palacio cuyas ventanas están a punto de ser rotas por la yedra que escala –lenta pero constante- por el alféizar. Está el argumento en ese punto en el que se tira peso por la borda para que el barco no se hunda, en el momento exacto en el que los muebles caros de la familia empiezan a ser empeñados y las tierras subarrendadas, justo cuando a la rica familia se le muere el caballo y lo único importante es el arroz y la tartana.
En estos capítulos finales, paradójicamente, los personajes sonríen más, reciben más flashes y visten mejor que nunca. Es aquí cuando se agarran a sus cunas y piden que la historia no se acelere, que germinen otra vez los campos, que los columpios vuelvan a chirriar bajo el peso de unos bucles rubios sobre cuellos almidonados.
Ellos, sin embargo, no son conscientes de la ruina que llama a la puerta de su casa por el simple hecho de que los protagonistas de las historias nunca saben que lo son y no se percatan de su importancia al igual que los demás no nos percatamos del hecho de respirar y, al pensar en ello, la respiración se torna dificultosa.
Esos momentos de respiración mefítica llegan siempre a las mejores casas y es tan fácil solventarlos como olvidarse de la dificultad de respirar. Es entonces cuando el aire entra y sale en el cuerpo de forma natural, se abren así los ojos, las ventanas, se limpia el palacio, se corta la yedra trepadora, se encuentra la forma de recuperar los muebles de la casa de empeños y el bicarbonato para limpiar el oro. Y hasta en las casas más abúlicas la solución llega entonces por el camino fácil, penetra en las fosas nasales la solución como siempre lo hizo. Pero mientras tanto, mientras no reparen en que la dificultad de respirar es solo aparente, los trabajos para conseguir que el fin de la novela no sea tal serán insuficientes. Tanto como las operaciones de cadera.

miércoles, 13 de febrero de 2013

Los biodegradables


Me encontraba yo en ese ejercicio festivo que tiene lugar los fines de semana y que consiste en liberarme de los pantalones pitillo sin por ello perder el equilibrio y la compostura cuando –en ese crítico momento en el que asumes que para acabar de quitártelos tienes que darles la vuelta- vibra discreta pero empecinadamente la “apple of my eyes” es decir, el iPhone. Mi particular pedazo de las glorias de Silicon Valley quedaba en ese momento bocabajo y en el lado exterior de los pantalones que en el proceso del desvestir acababa de convertirse en interior. Apurado y confirmando que nadie podía mirarme humillo mi postura, me tiro en el suelo, y rescato el móvil con un giro magistral de mi brazo mientras me reincorporo en el váter.

-Pero Goreti ¿qué quieres? ¿por qué no me mandas un WhatsAap?

Realmente no es que no fueran horas para llamar, pero estar sentado en el váter, con los pantalones vueltos y por el tobillo, mientras lo único que ansías es reordenar tu barba para salir por Malasaña, es bastante ortopédico y poco de portada, y lo de la estética los periodistas lo llevamos muy bien cuando estamos en el paro, por si nos llaman en cualquier momento para trabajar de becarios en Intereconomía.

-Muy fuerte, Tomín, estoy en el autobús camino de "Sanse".
-¿Y qué haces tú yendo a "Sanse"? ¿Me quieres hablar en un tono de voz más normal?
-Voy a echar el currículum al Mercadona, ya sabes, para el reportaje que teníamos pensado sobre su política salarial. Si me cogen podremos saber si existe una sala para los reponedores, limpiadoras y cajeras que ponga “trabaja, no pienses”, muy insider,  pero ese no es el caso.

Para entonces yo ya había liberado un pie de la escafandra; había tenido que doblar la rodilla, conseguir que el largo de mi brazo fuera suficiente para tirar con fuerza del pitillo y desprenderlo de mi pierna con fuerza. Una vez me hube librado de esa sensación de molusco que supone tener las dos piernas unidas por un pantalón a medio quitar solo me quedaba ahora pisar con el pie derecho la pernera izquierda y levantar la rodilla zurda. Estaría liberado entonces de los complejos del mercado de Tribunal, pero no de Goreti, que seguía:

-El caso es que en el autobús venían dos tíos detrás de mi, no les he visto la cara, pero estaban hablando de los papeles de Bárcenas. Decían que Ana Mato iba a dimitir, y yo cuando oí eso pues saqué la grabadora y discretamente grabé la conversación. Yo creo que eran importantes.
-¿Pero no decían nada más? ¿Dónde se bajaron? –En ese momento ajustaba la maquinilla eléctrica a los nueve milímetros exactos de mi barba.
-Estaban convencidos y parecía que se esperaban lo del confeti, se han bajado nada más entrar en "Sanse". He mirado en “Google maps” y la sede del PP de "Sanse" está a seiscientos metros de esa parada. En serio, yo creo que eran importantes ¿qué hacemos? Puede venir bien para el blog, como lanzamiento.
-De momento lo que hacemos es echar el currículum en Mercadona, yo he estado investigando hoy en el DIA y parece que los pobres no tienen más que una ridícula sala para ponerse el uniforme ese rojo que me llevan, por cierto, que me he fijado al salir de los Renoir en una bolsa de estas del Carrefour, estaba dando vueltas en el aire en plan American Beauty, y me ha dado por pensar que no son biodegradables.
-Pues sí, también podemos ir a Ecologistas en Acción a ver que nos dicen, ahí tenemos otro reportaje.

Me fijé en las tres líneas de batería de la maquinilla, me cambié de mano el móvil y le dije a Goreti que guardara la conversación grabada, que luego nos metíamos en Internet y que comprobaríamos las caras de todos los peces gordos del Partido Popular de San Sebastián de los Reyes por si eran alguno de ellos.

-Vale, lo que yo no sé es qué pasará si lo sacamos, porque si decimos que esa gente usa el transporte público no nos creerán, pero a mi me parecía que estaban informadísimos, estaban dentro del ajo fijo. Oye entro al mercadona ¿te llevo alguna salsa? ¿alguna crema?

Y entre la emoción que da pensar que lo mismo desvelamos el futuro de Ana Mato y las corruptelas de los supermercados no me doy cuenta de que la maquinilla no lleva el cabezal puesto y me llevo media barba por delante.

jueves, 31 de enero de 2013

La reina del baile


De la fascinación infantil que sentía por Mary Poppins, y de aquellas preguntas que me hacía (¿Cómo conseguirá hablar el pájaro del paraguas? ¿Qué hilos usarán para que ella vuele, suspendida en el aire, sin que se vea por dónde la sujetan?) me queda una frase que dice Julie Andrews cuando ya se tiene más que de sobra ganada la confianza en aquellos niños traviesos. Como parte del buen niño que siempre seguiré siendo no puedo describir el tono con el que la actriz la pronuncia, ya que siempre la he visto y la seguiré viendo doblada, lo que puedo aportar es que la dobladora le imprime un soberbio y autosuficiente matiz a ese “Ante todo quiero dejar clara una cosa: yo nunca doy explicaciones” que la niñera dedica al padre de Jane y Michael cuando le pregunta qué hay de cierto en los hechos que los niños le cuentan.
Muy alejada de los cánticos de la señora de esa casa, que militaba, para quién no lo recuerde, en el bando de las mujeres sufragistas, ha estado toda su vida esa otra actriz a la que nunca le ha hecho falta militar en el bando de las homosexuales hollywoodienses. Jodie Foster recibió en la pasada gala de los Globos de Oro el premio Cecil B. DeMille por toda su carrera. Empezó diciendo que está soltera, algo que probablemente le costara más comentar que todo lo que vino después. Precisamente sobre todo lo que vino después ya está dicho casi todo, más que nada porque ya lo dijo ella. No ha desmentido ni condenado los rumores que hablaban de su homosexualidad, innecesarios además porque ella ya la había dejado clara hace unos años, especificando quién era su pareja. No habló del derecho a formar a una familia porque ya lo tomó hace mucho tiempo. Emocionada y en parte incrédula de sí misma (y esto lo puedo analizar perfectamente, porque la he visto en inglés y sin subtítulos que me distraigan) amplió aquella frase con la que Mary Poppins iba a desbancar al señor Banks. Sin embargo, hay algo que apenas se ha reseñado en las críticas a su intervención: una mención elegante y sencilla a la que ha sido su pareja durante casi toda su vida, la otra madre de sus hijos “mi expareja en el amor, mi hermana en la vida”. Jodie Foster hizo gala de la sinceridad que otorga reconocerle importancia a una expareja con la que has estado más de veinte años, cosa que muy pocas personas están dispuestas a reconocer sobre aquellos con quienes compartieron su vida en un pasado. Así fue como Foster dio colofón a una velada en la que dijo sentirse como la reina del baile, como la reina de su promoción.
Si nuestros políticos fueran así reconocerían sus amores del pasado, reconocerían sus errores, sus calamidades, sus pactos con el diablo. Y les darían las gracias o no, porque eso es algo que les permite llegar muy lejos, a la Moncloa o, más lejos aún, a Suiza. Quizá haya un día en el que un diputado, haciendo uso de la independencia que la Constitución dice que tienen, salga al estrado y diga "estoy soltero" asumiendo que votará según sus propias ideas, que le llevaron a política, y no las que le ordene su Partido. Ese día el diputado podrá hablar con tranquilidad de los errores del aparato de su militancia y de los suyos propios, reconociendo que la historia del amor de su vida ha acabado y que les debe mucho. Quizá ese día los políticos se sientan como la reina del baile y nosotros dejemos de verlos como el niño que para escaparse de las horas de estudio se marcha a sacudir el borrador y vuelve con las manos manchadas. Y es que los políticos, como los niños, tienen que rendir cuentas y explicaciones.

miércoles, 9 de enero de 2013

Si el dinero público...


La ignorancia es cuestión tiempo. De tiempo pasado, de no habérselo dedicado de forma suficiente al tema del que se está dispuesto a opinar para dar verdades tajantes y dogmas inatacables. De esto me he dado cuenta en uno de esos alardes en los que te empieza a sobrar el tiempo, haces zapping y como todos los caminos acaban en Roma o lo que es lo mismo, en Intereconomía, recabas en una rubia monísima y en un cincuentón guasón que hablan de la versión española de  Blancanieves. Opinaban entre histrionismos que intentar llevar a los Óscar como película de habla no inglesa a una película que era catalana era maravilloso para el idioma catalán. Tras esta muestra de humor han hecho la verdadera revisitación del clásico tomando unas imágenes de la Blancanieves de Disney y cambiándole el doblaje, en esta última versión del cuento recopilado por los Grimm Blancanieves castigaba a mudito por no hablar catalán.
Una sensación parecida me ha dejado la imagen (ahora en televisión española) del nuevo tren de alta velocidad que conecta España con Francia. Tres horas tarda y en él han viajado cuatro figuras del panorama español actual. Dos han sido elegidos para sus cargos gracias a nuestro sistema constitucional: el Presidente del Gobierno y el President de la Generalitat Catalana. De las otras dos figuras una ha sido elegida indirectamente por el llano, se trata de una médico que también ha sido reversionada (con esa facilidad que tienen los Ministros para cambiar de especialidad) y que ahora es fomentóloga, el otro está ahí por gracia divina: el Príncipe, ese protector de la evasión fiscal en Panamá. De estas dos personas allí sentadas parece que no tenemos derecho a decir nada, no las hemos elegido para sus puestos
Si el dinero público se destinara a lo que se tiene que destinar en ese tren no se hubiera invertido lo suficiente como para que tardara tres horas. A lo mejor tardaba seis. Si el dinero público se destinara a lo que se tiene que destinar a lo mejor a Rajoy y a Mas, como a dos niños pequeños enfadados y condenados a hacer las paces, no les hubiera quedado más remedio que sacar los problemas encima de la mesa e intentar solucionarlos, deben ser necesarias seis horas, ya que en tres no han podido demostrar ni el más mínimo interés en ejercer su trabajo, que no es otra cosa que solucionar problemas. Si el dinero público se destinara a lo que se tiene que destinar, en ese tren de seis horas los protagonistas de mi visionado de intereconomía a lo mejor hubieran visto esa versión de  Blancanieves en sus portátiles, se hubieran dado cuenta de que la película no es catalana, que acaso es vasca y que realmente parece andaluza. Se hubieran dado cuenta de que defiende del mundo taurino al menos la estética, como el propio logo de su cadena, y de que el cine mudo aunque no tenga idioma tiene habla.
Si el dinero público se hubiera destinado a lo que se hubiera tenido que destinar ni la ignorancia ni la incompetencia correrían a alta velocidad, no  en nuestras pantallas pero tampoco en nuestros territorios.

domingo, 30 de diciembre de 2012

La Caridad


En 2012 nos han vuelto a engañar. Como a Plácido, aquel protagonista de la película de Berlanga. Un hombre humilde al que los ricos que cenan asqueados con un pobre en nochebuena no paran de pedirle favores una y otra vez porque “es navidad”, porque “hay que tener caridad cristiana” y porque “no les puede hacer esto”. Eso es lo que ha hecho este Gobierno con nosotros, pedirnos sin rendir cuentas ellos, alejarnos de la sanidad, de la educación y de la justicia. Eso no es por definición lo que haga la derecha, eso es lo que hace por definición la derecha de este país. Y han esperado a que cayera la que está cayendo, como dicen ellos, para sumirnos en este retroceso hacia un país que quieren que vuelva a pertenecer a los de siempre, a los que perfuman sus abrigos con colonia al subir de la calle, a los inventores de las escaleras de servicio, de la burocracia, de los guantes para servir en la mesa. A los inventores de la caridad.
Este Gobierno quiere que volvamos a ellos, a esa época oscura, sin darse cuenta de que ahora gente como ellos nos tiene que saludar por la calle. En 2012 han conseguido muchas cosas, pero no sé si son conscientes de que están consiguiendo lo que más querían. Porque en 2012 han empezado a volver a unir a España con esa necesidad que tienen los estados más precarios de encontrar un enemigo común. Ha resultado que el enemigo común son los bancos, los oligopolios, los que han sido puestos allí por los votos de muchos para demostrar que luego ellos ponen a dedo a quién quieran. Y sí, Gobierno de España, nos estáis uniendo. Nos ha intentado desunir la muerte de Fraga pero no se podía hablar mal de un muerto, nos hubiera podido unir o desunir la muerte de Peces-Barba pero no os convenía, nos podía haber pasado cualquier cosa con la aparente deserción de Esperanza Aguirre pero Carrillo dio su último golpe maestro muriéndose al día siguiente, volviendo a lanzar sus luces y sus sombras de personaje histórico. Eso nos deja 2012. Eso y el villancico del final de Plácido que canta “porque en esta tierra ya no hay caridad, que nunca la ha habido, que nunca la ha habido, y nunca la habrá.”
También nos deja un intento del partener de la derecha española, la Iglesia, de dejarnos sin buey y mula. No se daba cuenta el Papa que los suyos ya llevan toda la vida intentando dejarnos sin Reyes Magos, pero ya haremos algo para que sigan viniendo, siempre lo hemos conseguido.

lunes, 17 de diciembre de 2012

Mil "pavos"


“El amor fue inventado por alguien como yo para vender medias de nylon”. Esa frase la dice con su carisma varonil, atrayente, el publicista Don Draper en el primer capítulo de Mad Men. Ya desde entonces este personaje nos huele desde la pantalla a “after shave” y a un sudor reciente y fresco, –de ese de subir del gimnasio- a tabaco (Lucky) y a gomina.  El protagonista de la exitosa serie se ha convertido en el mejor anuncio de sí mismo; sabemos que es infiel y un poco ladino, pero nos da lo mismo y uno tras otro –hombres y mujeres de cualquier orientación sexual- caímos rendidos a sus pies por una admiración que va mucho más allá (o mucho más acá, según se mire) de la atracción sexual.

Estos publicistas de los años 60 sabían vender su mercancía, pero también venderse a ellos mismos. Acudían al trabajo en sus bien compuestos trajes, las ideas fijas con brillantina en el pelo ellos y laca ellas, los tacones rectos y las corbatas perfectamente simétricas. Sabían a lo que iban, igual que esos niños antiguos en edad escolar que –si bien no iban al colegio en uniforme- llevaban raya a un lado y las legañas fuera, el pantalón planchado y la camisa impoluta. Gracias a esas conductas cuando se convertían en adolescentes y despuntaban los brillos rojos de su pelo, los pendientes en lugares hasta entonces inaccesibles y los cardados arquitectónicos esos niños habían aprendido a adecuarse y dejaban sus extravagancias hormonales en casa cada vez que se dirigían al instituto. Eran visos de una educación que se ha debido quedar obsoleta y rancia porque ni siquiera se vislumbran en los institutos andaluces a los que acuden los desempleados de más de 18 años dispuestos a sacarse el graduado escolar. Lo hacen porque el Gobierno andaluz les pagará mil euros si lo consiguen, es una medida para incentivar el estudio y aumentar la formación de su población, dicen. Los jóvenes sureños acuden ansiosos a las aulas esgrimiendo que en épocas de crisis ese dinero es necesario. Pocas palabras sobre si la formación es necesaria o no, aunque a tenor de las cifras de desempleo en jóvenes con estudios hacen mejor en callarse.  No puedo reprimir un ataque de ternura al verlos ansiar los mil “pavos”; vislumbro en la rayas que se pintan en los ojos ellas y en los pelos de punta de ellos la necesidad de ese dinero, casi con la misma inocencia con que yo aguardaba en Junio señalar con el dedo la pistola de agua correspondiente que lo mismo me caía, no si pasaba curso, pero sí si sacaba buenas notas. Y me dan pena porque no son conscientes de que falsearán las estadísticas del fracaso escolar con ellos y que con mil euros no llegarán ni a la vuelta de la esquina. Alcanzaba más el chorro de mi pistola de agua. Las mesas se les quedan pequeñas y las ilusiones tan mal puestas como los piercings en sus labios. Y pienso que esa educación es como el anuncio de “Desigual” en el que una chica esquelética quiere tirarse a su jefe. Pienso que eso no es un anuncio y que si lo viera Don Draper (aunque aficionado al sexo con subordinadas) se caería de espaldas. Y pienso que lo de Andalucía ni es dinero, ni es incentivación, ni es siquiera socialismo infiel o ladino, por lo que no puedo caer a sus pies como ante los de Draper. Y lo que es mucho peor, que tampoco eso es Educación porque la Educación, para saber recibirla, también hay que tenerla.