La postura de una puta.
Cuenta la mitología griega que Minos, al conocer a Minotauro
(hijo de su esposa Pasífae, y de
un toro) ordenó a Dédalo construir un laberinto del que era imposible salir.
Así el pobre ser híbrido quedó para siempre en un galimatías del que no era
culpable y donde era imposible encontrar evasión. La horrorosa figura de
Minotauro se debía a una venganza de Poseidón, que había sido traicionado por
Minos, fruto a su vez de un engaño de Zeus a Europa.
Es lo que tienen los engaños; formas maridajes tan oscuros que si la segunda generación no sale rara lo será la tercera, y para
ocultar malformaciones lo mejor es construir laberintos en los que no se
encuentre la salida. Europa empezó compartiendo el carbón y el acero para
acabar haciendo las cosas a medias con una unión económica que evadía una unión
fiscal. Como el deseo de Pasífae por el toro se descuidaron las pasiones y
estas desembocaron en soluciones críticas de difícil salida. Solemos verle a
estas historias una especie de aura agridulce que retrataba a una comunidad
divina bastante desquiciada y peliculera.
Decía Cleopatra en un drama de Shakespeare que verá “a algún
jovenzuelo de voz chillona hacer de Cleopatra y dar a su grandeza la postura de
una puta”. Probablemente esas grandezas mitológicas sean hoy tratadas con menos
respeto e imaginemos a una Europa un poco ligera de cascos huir con el primer
animal que se le ponga juguetón. Sin embargo Shakespeare tenía razón, ahora
Cleopatra será interpretada por una jovenzuela de voz chillona. La grandeza de
Lyz Taylor, como última reina egipcia entrando con un lujoso cortejo en Roma a
las órdenes de Mankiewicz, será ensuciada por el exiguo talento de Lindsay Lohan,
a las órdenes de no me quiero imaginar quién. La mirada violeta interpretada
por la cara más vulgar de la actualidad. Si algo tienen en común la Taylor y
Europa ahora mismo son esas palabras de Shakespeare: “mediocres actores
llevarán a escena nuestras fiestas…” Olvidan nuestros políticos, como esa
estrella borrachuza del mundo infantil, que están a la altura de las grandes
historias, de esas que lo mismo valen para ahora que para hace milenios. No dan
la talla, ni los políticos ni la actriz, no se dan cuenta de su labor.
Obvian las altas esferas europeas lo miserable y lo enorme que es la
construcción de este laberinto en el que encerrar las malformaciones de la
familia de Europa. Ni siquiera llegarán a la suela de los zapatos a Lohan que
apenas dará a la grandeza de Elizabeth Taylor la figura de una puta. Por lo
menos ella cumplirá las premoniciones de Shakespeare.
Enrique Gutiérrez-Llamas
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