Forrest Infanta
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Tom Hanks interpretando a Gump |
La fotografía que aparece en la portada de El País del
pasado miércoles consistía básicamente en un ataque de humor, una risotada
pública de la realidad española, un azote en la cara que nos explica por qué
las cosas no empiezan a cambiar, por qué se le consiente a la justicia el
sentido de la vista.
No se trata de un jarro de agua fría, es un cubo de aguas
mayores y menores: “¡Agua va!” grita la fotografía. Se trata de la hija de
nuestro Jefe de Estado, la hija del Rey, de la cabeza oficial del ejército, que
se supone nuestra defensa. Cristina salía de su despacho de La Caixa sonriente
tras conocer el levantamiento momentáneo de su imputación. Hace bien en
sonreír, pero lo verdaderamente molesto no era ella. Lo verdaderamente molesto
era la gente que sonreía desde detrás. Estaban encantados, y también esbozaban
sonrisas, quizá intuyendo que iban a aparecer en portada el día siguiente.
Al igual que esas multitudes medievales que acudían a ver al
Rey y pensaban que a través de él su Dios del siglo XII les irradiaba pureza, estas
personas de siglo XXI se sentían importantes: una ósmosis no corpórea les
llegaba aire través por estar cerca de Su Alteza. La sangre real les llegaba de
tal forma que en ese momento la letra inicial de sus nombres propios se
escribiría más mayúscula que nunca. Ella, Cristina, con su paso libre y
resuelto de quien no tiene nada que temer les hacía más grandes con su imagen,
les bendecía.
Por eso no pasa nada: porque da igual que nos roben, da
igual que la justicia haga excepciones con ellos, da igual que la mayor parte
del electorado actual no les haya votado. Es lo mismo. Porque si nos los
encontramos por la calle sonreímos, ya que con su sola visión se nos hace
importantes. Y les consentimos robar, consentimos que se rían en nuestra cara,
les dejamos llamar a sus contactos en la justicia, les consentimos amantes
amparados por el CNI, cacerías, que no prediquen con el ejemplo. Nos llegamos a
poner incluso del lado del fiscal y pensamos que Cristina (pobre) tiene fallos
de percepción y que no se entera del dinero que entra en su casa. Por eso,
dadas sus aptitudes para la economía trabaja en un banco que (mira tú por
donde) tampoco sabe por dónde entra o por donde sale el dinero. Bendecidos por
su presencia nos ilumina Francisco y lo entendemos todo en un momento de
inspiración divina: desde la situación de los bancos hasta la compasión de la
justicia española en sus resoluciones con la gente de entendimiento más bien humilde.
Sin embargo, por mucho que lo hayamos entendido, hay algo
que los españoles no llevamos nada bien, hay algo que no se nos puede hacer
aunque nos lo haga el pobretón más buenazo y más corto del pueblo. Y es que
habrá un día en que, en un alarde de esa campechanía que les acerca al llano, la monarquía y la clase política baje a la frutería para que veamos su proximidad y su contacto con la calle. Y se les caerá el hermanamiento con el
pueblo cuando se cuelen a la hora de pedir un quilo de manzanas porque
inconscientemente se consideren con derecho a hacerlo. Y no, que no lo hagan
Sus Altezas, porque en ese momento, por mucho que irradien divinidad absoluta,
por mucho que nos iluminen con la ternura del discapacitado, no se lo vamos a
consentir. A un español no se cuela en la frutería ni el mismo Tom Hanks interpretando
Forrest Gump.
Enrique Llamas
@enriquegllamas
2 comentarios:
Me gusta mucho tu reflexión y estoy completamente de acuerdo en todo. Piensan que somos tontos y la verdad...a mi no me extraña que lo piensen...
Me gusta mucho tu reflexión y estoy completamente de acuerdo en todo. Piensan que somos tontos y la verdad...a mi no me extraña que lo piensen...
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