Niebla
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Don Miguel de Unamuno |
Sería injusto decir que como un humano lloraba Orfeo la
muerte de Augusto Pérez, aunque
así lo hiciera. Sería injusto porque Orfeo era perro en su más inmensa
perritud, un perro de cuatro patas, un ser canino al que don Miguel de Unamuno
otorgó –como Dios que sueña- la escucha más humana y la capacidad más honda del
dolor, que no es otra más que llorar en el momento mismo de la muerte, cuando
aún no te ha dado tiempo a experimentar la ausencia.
Augusto Pérez había querido suicidarse, por eso fue a ver a
don Miguel a Salamanca, pero don Miguel –a quién debía la vida- no se lo
consintió aunque tuviera pensada para él la muerte en alguna otra forma. Quizá tanta
desesperación impidió a Augusto ver que Orfeo le había escuchado
constantemente, que le había entendido.”¿Me entenderás? –me decía- Y, sí, yo le
entendía” se lamenta Orfeo ante el cuerpo inerte, blanco, de su dueño.
Así, con esa hondura, nos lamentábamos unos cuantos ante las
entrevistas a los expresidentes del gobierno, cadáveres inservibles incluso
para participar del mundo de la carroña. Como humanos que somos –pensarán ellos
que injustamente, porque creen que nos han soñado- los miramos, con las manos
apretadas y sudorosas.
En ese momento, frente a sus autoexequias, entramos en
particular monólogo interior : nosotros les escuchábamos y hubo un tiempo en
que a algunos les creímos ¿me creerás? –nos preguntaban- Y, sí, nosotros les
creíamos, mientras ellos nos hablaban hablándose y hablaban, hablaban,
hablaban. Ellos, al hablarse así hablándose, hablaban a los perros que había en
ellos. Nosotros mantuvimos despiertos su cinismo. ¡Qué hombrada nos han hecho!
¡Qué mujerada! ¡Se han creído, como Augusto Pérez, que tenían voluntad! ¡Si
somos nosotros los que los soñamos! ¡No son más que personajes rebelados que
quieren acabar con su autor! Y no, no, la literatura no es así ¡no nos sueñan
ellos sino al revés y eso se nos ha olvidado! Ellos tienen que volver a casa de
don Miguel a preguntarle si podían cometer este asesinato y el que han cometido
contra ellos mismos, y nosotros les hubiéramos dicho que no, que como dioses
pensantes no se lo consentimos, que eso nunca, que van a morir, como humanos
que son, y que su muerte llegará cuando dejemos de soñarles.
Enrique Llamas
@enriquegllamas
2 comentarios:
Como siempre que te leo, estoy encantada. Me gusta mucho la forma en la que te enfrentas a los temas.
Gracias, Blanca, la calidad la dan los lectores
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