La dificultad de respirar
Tiene algo de novela de saga familiar, algo parecido al tono
decadente y triste que se escucha en los finales de las novelas largas, un tono
de oro ennegrecido y viejo, de palacio cuyas ventanas están a punto de ser
rotas por la yedra que escala –lenta pero constante- por el alféizar. Está el
argumento en ese punto en el que se tira peso por la borda para que el barco no
se hunda, en el momento exacto en el que los muebles caros de la familia
empiezan a ser empeñados y las tierras subarrendadas, justo cuando a la rica
familia se le muere el caballo y lo único importante es el arroz y la tartana.
En estos capítulos finales, paradójicamente, los personajes
sonríen más, reciben más flashes y visten mejor que nunca. Es aquí cuando se
agarran a sus cunas y piden que la historia no se acelere, que germinen otra
vez los campos, que los columpios vuelvan a chirriar bajo el peso de unos
bucles rubios sobre cuellos almidonados.
Ellos, sin embargo, no son conscientes de la ruina que llama
a la puerta de su casa por el simple hecho de que los protagonistas de las
historias nunca saben que lo son y no se percatan de su importancia al igual
que los demás no nos percatamos del hecho de respirar y, al pensar en ello, la
respiración se torna dificultosa.
Esos momentos de respiración mefítica llegan siempre a las
mejores casas y es tan fácil solventarlos como olvidarse de la dificultad de
respirar. Es entonces cuando el aire entra y sale en el cuerpo de forma
natural, se abren así los ojos, las ventanas, se limpia el palacio, se corta la
yedra trepadora, se encuentra la forma de recuperar los muebles de la casa de
empeños y el bicarbonato para limpiar el oro. Y hasta en las casas más abúlicas
la solución llega entonces por el camino fácil, penetra en las fosas nasales la
solución como siempre lo hizo. Pero mientras tanto, mientras no reparen en que
la dificultad de respirar es solo aparente, los trabajos para conseguir que el
fin de la novela no sea tal serán insuficientes. Tanto como las operaciones de
cadera.
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